Aferrada a tu voz
que se apega a tu oído
que su oído abraza
y en el silencio externo
se esconde con el aire.
Va entonces a tu mirada
que ilumina su ceguera
que a sus pasos encamina
y en la luz externa
se confunde con el día.
Va entonces a tu risa
que ondula liberada
de ribetes falsos
que a sus labios imaniza
y que conmina en el trayecto
a carcajada derretida.
Se deja luego ir
en el magneto del respiro
en la aleasión etérea
de tu luminosidad y de su abismo
y en la candidez de la alegría y el embozo.
sábado, octubre 15, 2005
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